domingo, 12 de enero de 2014

Sobre Valencia, el valenciano y los valencianos después de leerme Nosaltres, els valencians.

EDITADO: 2016. A día de hoy no pienso para nada así, pero mantengo esta entrada porque todos debemos recordar de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta donde estamos.


Hoy voy a romper la mecánica habitual de este blog y daré mi opinión acerca del libro que acabo de terminarme de leer apenas unas horas. Se trata del famoso ensayo de Joan Fuster "Nosaltres, els valencians", un libro que me leí como lectura voluntaria para la clase de valenciano lengua y literatura, pero que otros muchos centros (como el de mi madre) es obligatorio.Yo decidí leérmelo porque necesitaba comprender el porqué de la manera de pensar de aquellos que rehúsan y rechazan de una realidad que yo vivo todos los días. Además también me intereso por conocer los argumentos y las opiniones de los que no piensan como yo.

Comenzaré diciendo que tengo diecisiete años y vivo en Valencia (obvio) capital. He nacido aquí, aunque mis padres son manchegos los dos. Por supuesto mi lengua materna es la castellana y mi mundo es exclusivamente en castellano, excepto las tres horas a la semana en que entra mi profesora por la puerta y la escucho hablar.Si no fuese por estas tres horas de valenciano, cualquier otra persona en mi situación negaría la existencia de alguna otra lengua en mi territorio. Cuando hablo de territorio me refiero a Valencia ciudad, incluso más exclusivamente a mi barrio. Un barrio del noroeste de la ciudad, de clase media  y con no mucha inmigración, bueno china sí pero no en exceso. Hasta ahí mi presentación.

Durante la lectura de este libro he ido pasando por tres etapas dependiendo de las sensaciones que éste me iba produciendo. La primera parte, digamos que es una etapa lógica e interesante, llena de cifras y fechas, que narra la historia de Valencia. He de decir que he aprendido muchas cosas con esta primera parte y me ha respondido a varias de mis preguntas sobre por qué este "país" es como es.

La segunda etapa por la que pasé fue un cambio bien diferente. Del respeto que me estaba produciendo pasé a un sentimiento de estar leyendo a un resentido, a un creador de enemistad y antagonismo. De referirse indirectamente a Castilla como el enemigo, y de medio insinuar que al igual que la única solución para el problema de los moriscos fue echarlos y ésto a la larga ha sido beneficioso para los valencianos, ahora con el problema de los charnegos (ojo que él no dice nunca esta palabra) se ha llegado a una situación sin ninguna otra salida. Esto me mosqueó bastante, sentí que a pesar de yo haber nacido aquí y no desentonar para nada culturalmente de los de mi entorno, había una parte de la población que me consideraba extranjero. Por suerte conozco a mucha gente valenciano parlante y sé que este pensamiento no es ni de lejos algo extendido o natural. Quizás sólo en las facultades de filología catalana. Hay un momento en el libro en que Fuster dice algo así como Blasco Ibáñez, aragonés de segunda generación. Estoy seguro que uno que nace en Murcia no es albaceteño de tercera generación. Llegados a este punto entendí la postura de aquellos que no lograba entender, viven en otro mundo, otra realidad. Los indígenas (esta palabra si que la usa Fuster en el libro y me hizo bastante gracia este guiño a los pueblos prehispánicos) son desde hace tiempo una minoría y la mayoría de ellos están asimilados culturalmente a la de la metrópolis. No hay ciudad en España fuera del País Valencià que yo encuentre más similar culturalmente a Valencia que Madrid, aunque con los tintes provincianos que tiene mi ciudad. Pensé en aquel momento que lo que me estaba leyendo no tenía nada que ver conmigo, que era simplemente la Biblia de los que vivían frustados por haber nacido hablando una lengua que no está normalizada (ni lo estará, seamos realistas) ni tiene prestigio social o al menos tanto como el gigante que es el español, en todos sus aspectos. Pero por supuesto seguí leyendo porque aún me faltaba el último tercio del libro.

Voy a alabar esta última parte, pues ha sido la que me ha dejado un buen regusto en la boca, la que me ha dado esperanzas de que todo cambie. La que me ha hecho comprender el PORQUÉ. Yo ya hacía tiempo que desde que iba creciendo y viajando, conociendo otras ciudades y otras gentes que en Valencia había algo que iba mal. Yo antes pensaba que era España, pero desde que he conocido a bastante gente de Madrid y he viajado allí, he podido comprobar que no es así. Valencia es una ciudad provinciana, la más grande de España, pero provinciana. Está invadida por el campo y por el chabacanismo, y eso no se soluciona gastándose una millonada en construcciones faraónicas que se caen a pedazos, carreras de barcos y circuitos urbanos de Fórmula 1 que no traen otra cosa más que miseria al pueblo de verdad. Y sin embargo, los valencianos se muestran reacios a aceptarlo, a aceptar que si quieres hacer algo tienen que irse a Madrid o a Barcelona, o incluso a Bilbao. Porque len la ciudad vasca aunque es mucho más pequeña que Valencia, Sevilla o Zaragoza, se respira otro ambiente, más industrial, menos provinciano. A mi encantaría tener la oportunidad de trabajar en Euskadi y estaría dispuesto a aprender euskera, porque no se por qué los vascos han conseguido lo contrario a los catalanes, que se respete y quiera su lengua fuera de su país y que dé gusto escucharla en vez de rechazo. Pero este es otro tema. Así que llegué a la raíz del problemas, Valencia es una ciudad provinciana porque se ha dejado serlo. Ha dejado que Madrid la subyugue, que se convierta en un planeta que gira al rededor del Gran Sol. Valencia debía haber sido una ciudad de dos millones de habitantes sin embargo casi no llega a un millón. Porque en sus orígenes fue una ciudad muy importante, pero la sumisión ha hecho que lo que podía haber sido un importante centro cultural al estilo de Barcelona sea esta ciudad a medio camino de todo. Estoy de acuerdo con esto, no culpo a Madrid de que su posición "privilegiada" en el centro les impida ser conscientes de lo que genera en la periferia su ansia monopolio de poder a lo largo de la historia. Me gustaría visitar Lisboa para ver una hipótetica valencia ucrónica exenta de la influencia centralista de Madrid. 

Pero ¡ojo! que yo no apoyo la solución de Fuster de un estado pancatalanista, pues esto no es más que dejar un problema para entrar en otro. Para empezar, no sé que es peor, si estar subyugados a Madrid o a Barcelona, que ya tiene puerto y playa y no nos necesita para nada. Después porque para cualquier valenciano (nuevo valenciano como queráis llamarlo)  Cataluña es mucho más diferente de Valencia que Madrid. Donde yo jamás me he sentido un extranjero cosa que a veces sí en Cataluña y por supuesto en Euskadi, donde he de reconocer que hay otra cultura distinta al resto del territorio español. Tampoco me gustaría que Valencia fuese un estado diferente, porque esto no tiene ni pies ni cabeza además ni hay apoyo popular ni hay nada. Lo que debe de hacer Valencia es saber hacerse atractiva y captar gente, tiene que crecer hasta llegar a ser lo que se merece. Debe tener carácter propio y hacer de los extranjeros los nuevos valencianos y esto no se puede conseguir siguiendo las directrices que marca Fuster. El valenciano en vez de unir separa, es lo que he podido comprobar leyéndome este libro que excluye de la valencianidad a los de Buñol y Segorbe. Los inmigrantes jamás sentirán el valenciano como algo suyo, ni sus hijos porque no es algo útil y atractivo como sí lo es el castellano que permite que pueda venir una persona de Cuba, Argentina o Sevilla y estar integrada sin ninguna dificultad. Poner el valenciano como requisito para acceder a cargos públicos y especialmente universitarios nos perjudica a nosotros a los valencianos pues perdemos la oportunidad de tener unos profesionales muy cualificados, porque yo sí soy valenciano por mucho que diga Fuster y su séquito. Este anclaje al pasado, al provincialismo, al gusto por la subyugación tanto a Madrid como a Barcelona es lo que hace de Valencia lo que es. Así que si queremos avanzar y llegar a ser algún día una urbe grande y competitiva con el resto de ciudades europeas debemos de olvidarnos de estar estúpidas diferencias de si se dice codony o membrillo y abrirnos al mundo, dejar atrás el pasado que suficiente pesa como para estar echándonoslo en cara todos los días como hermanos que somos. Y es cuando alcancemos esta fraternidad que podremos centrarnos en los problemas realmente importantes que sufre nuestro territorio como la justicia social y la corrupción, pues aunque entretenidos de discutir, estos problemas sociolingüísticos no dejan de ser secundarios y meras cortinas de humo que sirven de estrategia a los políticos para apartar la atención de su pésima gestión.

sábado, 11 de enero de 2014

Make the wrongs turn rights


Feliz año nuevo, gente.

Ya hace semanas que nos despedimos del 2013, que dejamos atrás la nochebuena, la nochevieja, los reyes, las gastroenteritis, las noches en el hospital y todos esos tópicos navideños. Comienzo 2014 con muchos nervios e ilusión, espero ansioso el momento de tener por fin entre mis manos los billetes para Shanghai y poder estar seguro de que nos es una fantasía.

El dibujo de hoy, se lo hice a mi amigo Sergio por su cumpleaños. Se trata de él en un tranvía de Estambul.