martes, 6 de junio de 2017

Work ft. Drake, repaso (juro que lo más breve posible) de este intenso tercer año de carrera


Otro año más, y a la tercera ya se convierte en tradición, traigo mi valoración personal de este tercer curso de la carrera que como Harry Potter y el cáliz de fuego o Festín de Cuervos, ha sido una temporada de transición, un curso mucho más adulto, centrado, en el que he conocido mucha gente de lugares diferentes, he sentido el estrés, la responsabilidad, la toma decisiones... sin más dilación empecemos que se que tenéis mucho hype. XD


Si el primer año de carrera terminó con un sentimiento de haber perdido el tiempo y el segundo con la certeza de quien descubre que existe un mundo más allá de la cueva, el tercero ha terminado con un agotamiento generalizado, 10 kilos menos y la sensación de quien ha dado un paso en la dirección correcta.

Comencé el curso con lo que mucha gente tildaría de crisis, una persona muy cercana a mí decidía dar el valiente salto de perseguir su sueño y marcharse a vivir a Australia. Yo, que en ese momento no tenía otra cosa en la cabeza que llegar a pesar 75 kilos y hacer algún dibujo que me inspirase, me di de bruces con la realidad, ya no era un adolescente, no podía seguir haciendo como que tenía todo el tiempo del mundo, debía empezar a tomar mis propias decisiones.

Intenté fundar una revista con un grupo de compañeros de la facultad de tal modo que sirviera de excusa para conocer a profesionales del mundillo y saber cómo habían llegado hasta allí. Me puse a buscar trabajo por infojobs pensando que un curro de azafato, dependiente o comercial iba a poder subsanar la crisis de presión autoimpuesta que por aquel entonces estaba viviendo, pero todo lo contrario, en vez de ayudar empeoró. Era cierto que yo sentía que necesitaba un trabajo pero no era esa clase de trabajos los que yo necesitaba.

Y el mayor problema era yo mismo, yo y mis excusas eran mi mayor obstáculo. Me di cuenta de esto una noche de diciembre que fui a una conferencia con los que estábamos haciendo la revista y uno de ellos me dijo que no hacía más que poner escusas para no hacer las cosas que quería. Es peligroso acomodarse con veinte años en trabajos que nos vienen pequeños. Reitero, la única barrera absoluta entre tú y tu objetivo eres tú mismo.

Una mañana en clase de mecanismos, mientras mi profesor divagaba sobre la vida y sobre lo mierda que le parecía nuestra península del Ebro para abajo y mientras mis compañeros ojeaban el Marca, jugaban al Comunio o buscaban el nuevo modelito que comprarse en www.zara.com (cosas de sentarse en última fila y tener todos los monitores delante), este señor, el cual se dirigía a sus alumnos con una autodenominada vehemencia pocas veces vista por mi carrera infestada de profesores saltamontes de los que vienen, comen y se van, soltó verdades como puños.

Ojiplático me mantuve durante aquella última clase del semestre, atento a la magistral lección sobre la vida real que aquel señor un tanto uraño y que no sabría definir si tenía el pelo largo o era calvo estaba dándonos, sus frustraciones, sus consejos, sus análisis... Me sentí muy aludido, y no sólo yo, me dieron ganas de empezar a zarandear a varias personar y decirles. "Che, escucha, escucha, ¿no ves que está hablando de ti?

 Me metí en el Servicio de Empleo de la Universidad y busqué prácticas. Dejé mi trabajo de por las tardes de comercial y me fui a la facultad a prepararme una exposición sobre un silenciador de pedos que me hiciese recordar que alguna vez había tenido ilusión por sorprender, por hacer un buen trabajo por levantar una manta o abrir una caja y que hiciese que la gente dijera wow. Y así creo que fue.

El día antes de presentar el proyecto, una profesora preguntó en una clase ante un centenar de personas quien pensaba que era bueno en lo que hacía. Yo, en un alarde de falta de modestia y ego exacerbado, fui el único de aquel centenar de estudiantes que convencido de si mismo levantó la mano. Juro que me morí de la vergüenza. Lo único que me reconfortó fue el pensar que quizás por lo menos tenía un poco más claro qué quería hacer con mi vida.

A la mañana siguiente no recibí un correo, si no dos, que me ofrecían una entrevista de trabajo para hacer prácticas como diseñador. No entraré en detalles porque esto ya está quedando larguísimo y no es plan, pero en conclusión empecé el segundo semestre con trabajo y de lo mío. Acepté el trabajo como un emocionante reto, aún a sabiendas que estaba a una hora en autobús desde la facultad y que muchas veces terminaba a las 2 y media y empezaba a las 3 y media con lo que tenía que comer en el autobús, y que normalmente llegaría a mi casa a las 8 de la noche. Al principio fue fácil conciliar: vida social, deporte, trabajo, universidad e incluso practicar mi francés. Los últimos meses, cuando llegaron las entregas y los exámenes y con un ritmo de acostarme a las 2 y media trabajando y levantarme a las 6 y media todos los días para ir a la universidad, sin siestas y con casi 4 horas diarias de bus, que casi podría haber trabajado en Madrid e ir y volver a dormir a Valencia, no fueron tan fáciles.

Y sin embargo, lo cierto es que este semestre ha sido por suerte el más laxo que hasta ahora he tenido en la carrera. A modo de broma suelo decir que buena escusa debe tener el que no haya llegado con abdominales a este verano, no se haya sacado el Advance o un semestre de otra carrera a la par. De todos modos, agradezco muchísimo a la gente que ha ido en grupos de trabajo conmigo por haber sido tan indulgente, pues han sido unos meses muy frenéticos de lucha contrarreloj que sin su comprensión no hubiese podido superar.

La oportunidad de entrar en el mundo laboral en una profesión creativa te abre mucho los ojos. En el mundo real no hay trabajos cutres que por lo menos te dan un cinco y apruebas, en el mundo real si no vende no es bueno por muy bonito que sea, en el mundo real puedes haber estado un mes preparando lo que tú consideras tu mejor trabajo, presentarlo con toda tu ilusión pensando que tu jefe va a explotar de gozo al contemplar semejante proyecto, tener un minuto para enseñarlo y obtener por respuesta un educado: "lo siento mucho, otra vez será, chaval".

Hubo un profesor que hizo algo parecido este semestre, dejarse de medias tintas y decir a la cara que había malos proyectos. Muchos de mis compañeros ardieron en cólera y clamaban a los cuatro vientos las maldades de este hombre. Y lo cierto es que, más allá de su cualidades como persona que no entraré aquí a valorar, lo que este hombre hizo fue exponerlos ante una situación real, ante la vida real. Una persona no va a apostar su dinero en un proyecto que no considere bueno, no hay medias tintas. Pero contento vi, como todos, o casi todos se repusieron y este primer golpe les sirvió para entregar proyectos finales mucho más meditados y trabajados. Lo mismo me pasó en el trabajo, pues aunque tras el primer rechazo volví a la empresa cabizbajo, eso me sirvió para querer que el siguiente proyecto que presentase fuera mejor. De los errores aprendemos.

Finalmente, despedirme diciendo que ha sido un placer poder trabajar y aprender con muchos compañeros de mi clase en este curso plagado de proyectos creativos. No me morderé la lengua y diré nombres: Laura y Mary, gracias por soportarme y por ceder a mis ideas arriesgadas, algunas veces salen bien y otras no tanto pero si un trabajo es limpio y está bien hecho toda idea descabellada puede salir adelante, Alba, de la que aprendí que una buena planificación salva hasta la más apretada agenda y gracias a lo cual he sobrevivido a este semestre, Pablo, te pedí trabajar contigo este verano para conocerte como artista, y esa bolsa de pan es el ejemplo de que tienes un gran talento transgresor y pulcro del que a una persona tan barroca como yo nunca bien mal empaparse, Josep, eras uno de esos monitores que veía como trabajaban durante clase de mecanismos, te pedí trabajar contigo sin apenas conocerte al igual que hice con Pablo y me has dejado sin palabras, lo tienes todo para comerte este mundillo, talento, actitud y hasta un nombre potente para escribir en los libros, y finalmente, mi empedestada Ana, que en silencio, con modestia y discreción vas a llegar lo lejos que desees, de momento San Francisco, pero poquito a poquito. ;)

Tengo una lista llena de nombres con los que me hubiese gustado colaborar y aprender de ellos, pero sin embargo mi tiempo en la UPV se ha agotado, toco madera, pues si todo va bien el curso que viene terminaré la carrera en la ciudad de Londres, alimentándome a base de comida pakistaní y haciendo monográficos sobre los puentes del río Támesis. Y es que, tal y como escribí en mi carta de motivación, creo que esta ciudad es el momento y el lugar en el que hay que estar a día de hoy, y agradezco la oportunidad que me va a ofrecer mi madre apostando por mí y que no pienso desaprovechar.