martes, 13 de enero de 2015

Entrada absurda: Escribir por el mero placer de escribir.

Estoy a punto de incumplir la regla número uno de cualquier blog, voy a escribir por escribir, sin saber qué voy a decir, qué va a haber dos líneas más abajo. Es como una aventura, como cuando empiezas a pensar una nueva historia y no sabes en qué acabará desembocando. 

Yo ahora mismo me encuentro en una situación en la que hacía mucho que no había estado y es que no tengo nada que escribir. Después de cinco años escribiendo, perfilando una historia, matizando personajes, dibujando mapas, borrando y reescribiendo, el pasado diciembre terminé ese libro que en tantas ocasiones me pareció interminable.

 No sé qué será lo próximo que escribiré, si bien es cierto que tengo tres o cuatro proyectos en mente, lo que sí que sé a ciencia cierta es que sea cual sea la opción que elija ésta no ocupará más de cien páginas ¿Por qué digo esto? Porque si te pones un límite, creo que la historia gana calidad, gana densidad, que a veces es mala, cierto, pero de lejos es preferible la densidad a decenas de páginas vacías en las cuales se describe con minuciosa meticulosidad el húmedo vaho que desprendía aquella taza blanca y rosa repleta de café caliente en el cual María ahogaba unas endebles magdalenas y sus ganas de seguir viviendo.

Como me dijo un amigo mío, disfruto del apacible trascurso de la monotonía. Aún no han empezado los exámenes, me encuentro sumergido en un breve nirvana de libertad, sin preocupaciones, llegado hasta tal punto que puedo permitirme el lujo de escribir aquí una mediocre entrada absurda carente de cualquier tipo de calidad literaria y quizás algo pretenciosa como todo lo que escribo, pero me da igual, mi propósito era escribir por el mero placer de escribir y eso es lo que he hecho. Sea cual sea el resultado estoy dispuesto a darle a Publicar y que sea lo que Dios quiera, un éxito o un fracaso, o lo que es más probable una incoherente entrada perdida en la inmensidad de internet que tal vez, y sólo tal vez, yo sea el único que la lea jamás.