viernes, 24 de octubre de 2014

Perfume a decadencia

Tras mi viaje a China, volví con la sensación de haber visto cosas que jamás había visto, probado o sentido en España. No hablo sólo del sabor de las cucarachas, del olor a contaminación en mis pulmones o de los frenéticos transbordos en metro que convierten en una nadería a Valencia en fallas. Hablo de algo que va más allá, un sentimiento generalizado que invade las calles e inunda el ambiente. No sé como llamarlo: auge, apogeo, tener la certeza de un futuro mejor... en cualquier caso la palabra que busco es un antónimo de decadencia.


Y es quizás mi ciudad, Valencia, uno de los mejores exponentes que puedo encontrar de este ambiente generalizado de decadencia. Hay una frase que escucho últimamente demasiado y que yo me delato culpable de repetirla también: "yo de mayor no quiero vivir aquí". Esta apatía, esta desilusión, esta decadencia es palpable en la población, especialmente la más joven y quizás sea una de las consecuencia de la crisis que más hondo hayan calado y que más tarden en desaparecer, si es que algún día desaparecen.

A mi me encanta Madrid, es algo que no niego, ni oculto. Si tuviese playa sería la ciudad perfecta en mi opinión.Sin embargo, no hay más que pasearse por sus calles para darse cuenta que aquello en el pasado fue grande, muy grande, fue la capital del imperio en el que nunca se ponía el sol y ahora es incapaz de ganar unos juegos olímpicos. España, Europa en su totalidad, es un gran museo al aire libre, un lugar precioso donde se puede apreciar a simple vista las señas de un glorioso pasado no tan lejano. 

Pero volviendo a la pequeña Valencia, me encuentro en la actualidad con una ciudad sin vida cultural. Perdón sí que hay, hay múltiples conciertos de grupos independientes en Valenciano pero yo me refiero quizás a la bohemia que se respira en Madrid. La oferta teatral de Valencia es pésima, como actor, como editor, como periodista, como ingeniero... no veo futuro en ninguno ámbito si uno se mantiene en la pequeña ciudad de levante.

Si ya abordamos el tema político mucho peor incluso porque tras diecinueve años de gobiernos populares (yo nací con el PP en el poder, así no he conocido otra cosa) no se ve en el horizonte ninguna otra alternativa factible que no sea un inestable tetrapartito.

Valencia se cae, se está cayendo, y las ciudades de las artes, las carreras de fórmula1 no son más que patéticos y caros intentos por posicionarnos en un lugar internacional que ya no nos atañe.


En China en cambio se sentía un ambiente muy distinto, el metro era nuevo y eficiente. Me moví por sitios muy muy poco turísticos y viví los lugares en los que estuve intensamente, pero no vi más pobreza que en España, todo lo contrario. La gente quería estudiar, sabía que tenía un futuro prometedor por delante hiciese lo que hiciese. Y eso me daba miedo. China es un dragón muy grande y se me quedó el cosquilleo que no tardará en despertarse y comernos a todos.


Que conste que no la pongo de ejemplo. Muchas cosas me desencantaron de China. La ferrea censura del gobierno, el hecho de que la población se sintiese completamente ajena e incompetente para abordar la responsabilidad de tomar ellos mismos decisiones políticas y cuestionar a sus líderes, el vivir para trabajar y no trabajar para vivir, el caos, la suciedad... 

Volví de China sintiéndome afortunado de haber nacido en Occidente pero también entristecido por ya ser completamente consciente de que nuestro papel en el mundo se ha acabado, que ya no tenemos nada que decir y que como todo gran imperio de la historia hemos caído, ahora sólo nos falta asumirlo y comenzar a salir lentamente del fango.