lunes, 12 de febrero de 2024

El año del dragón. I: Wenzhou

 Me había planteado en varias ocasiones como plasmar para el recuerdo los que serán los próximos seis meses viviendo por tierras asiáticas en el que espero que sea un broche dorado de mis demasiado dilatados estudios universitarios. Me planteé un tik tok, pero detesto tik tok y todo lo que representa, Instagram está bien pero es muy superificial, twitter (X ahora) me encanta pero no es más que un conjunto de ideaciones sueltas que igual pueden formar un hilo pero no dan tanto a la reflexión como un diario de los de antaño. Recordé entonces este blog que utilicé mis primeros años universitarios hasta la pandemia para hacer un análisis reflexivo de lo que había aprendido y avanzado y me pareció una buena idea. Acabo de terminarme la segunda parte de "la vuelta al mundo de un novelista" de Blasco Ibáñez y sentía que era buena idea utilizar estas primera horas del atardecer para escribir el primer capítulo.

Hacia diez años desde la primera vez que vine a China, podría decir que todo está igual pero lo cierto es que no. En esta última década el mundo ha cambiado mucho y este país no ha sido una excepción. La última vez sentí que estaba en un país en cierto estado de desarrollo y hoy me encuentro en un país prácticamente desarrollado. Las redes de metro, las carreteras, los trenes e incluso la calidad del aire... todo ha mejorado, es indudable. El desarrollismo chino te hace poner en perspectiva y en escala todo lo que creías, la altura de los edificios, la magnitud de los puentes y los puertos, todo es macro.

Llegué a Shanghai tarde, no tarde para los estándares españoles pero al parecer sí para los de aquí. A las nueve ya no quedaba un alma por las calles de aquel miércoles víspera del año nuevo chino. Tampoco tenía mucho que hacer, me recogió mi colega en el aeropuerto y al llegar a su apartamento me di una ducha rápida y dio una tarjeta de teléfono para que no estuviese incomunicado, recé para que funcionase la VPN y me instalé las apps necesarias para sobrevivir en el país, reflejo de todas las europeas que ahora están prohibidas. Este ha sido otro de los grandes cambios, la sensación de aislamiento, de desglobalización. No he visto todavía a ni un solo extranjero desde que salí del aeropuerto de Pudong, muchos se marcharon cuando empezó la pandemia de covid y pocos han regresado, "en China sobra gente" me aclara mi colega. Aún así nadie se ha hecho esta vez ninguna foto conmigo ni he parecido llamar la atención, como sí me pasó hace diez años. No sé si porque ahora tengo barba y unos rasgos más "moros" y más alejados del occidental rubio, alto, de ojos azules que tienen por estos mares de los laowai. 

Nos levantamos temprano el jueves, hace -2º en Shanghai a las 5 de la mañana y es imposible coger un taxi. Como ya he dicho anteriormente, es víspera de año nuevo chino y el país entero está en movimiento. Nos dirigimos a Qiaotou, en la provincia de Zhejiang cerca de la ciudad de Wenzhou. Población de origen de la mayoría de chinos emigrantes a España. Primer gran cambio diez años después, en mi primer viaje por China realicé el trayecto Pekín-Xi'an en un rudimentario tren de 16 horas que me dejó los pies hinchadísimos. Hoy vamos en un moderno tren de alta velocidad que no tiene nada que envidiarle en comodidades a los europeos.

Llegamos a Qiaotou, hace un frío de espanto pero poco a poco irán mejorando los días. Al fin y al cabo en verano aquí hace un calor abrasador así que ya pueden las estaciones darse prisa y el invierno aunque duro no puede durar tanto. Como ya dije estamos aquí por año nuevo, me siento un afortunado de poder experimentar estos días en una completa inmersión cultural aunque conocer el idioma ayudaría a no sentirse un alienígena que no entiende prácticamente nada de lo que se habla alrededor.



Tradicionalmente, las familias solían vivir todas juntas en China. Normalmente en la casa de la familia paterna, así que los primeros días de año nuevo se distribuyen de tal forma que la primera parte se realizan en una familia y la segunda en la otra. Si tienes la suerte de que la familia es del mismo pueblo genial, pero si no toca recorrerse el país de arriba a abajo e imposible pillar un tren estas fechas.

La comida china, al menos esta zona a sur de Zhejiang, sigue siempre el mismo ritual. De normal no se desayuna, yo sí lo hago porque como buen español soy un adicto a la cafeina y necesito por lo menos mi dosis de buena mañana para poder ser persona. La madre de mi colega tiene un café en grano que me filtro y mezclo con leche y mucho azúcar para que sepa decentemente. Los chinos no beben café y menos en estas zonas rurales así que es casi un artículo de lujo. Después comen todos en una mesa redonda, sin orden ni esperar a los demás ni para empezar ni para terminar. Cada uno se pone en un cuenco un puñado de arroz y va depositando en él piezas de ternera, verdura, pescado, marisco que van girando en el centro de la mesa. Al terminar lo cubren con una especie de tapa de cazuela gigante de madera para que conserve el calor y a la noche se cenan las sobras. En las celebraciones se bebe vino y se anima a los asistentes a beber al ritmo de kanpai, que es algo así como baso vacío. Después lo niños tiran petardos, algunos inocentes bombetas otros auténticos bazookas de segura ilegalidad en Europa. Dependiendo de en qué pueblos, si hay dinero y jóvenes dispuestos a partir de la tercera o cuarta noche sacan a danzar al dragón. Peso mucho y va a acompañado de tambores y petardos. Tuve la suerte el otro día de asistir a un ensayo y os aseguro que no se diferenciaba en mucho de cualquier escena costumbrista española, con uno diciéndole: "es que no joder, no se hace así, lo haces a destiempo, tío" o algo así me imaginaba yo. 

Pero aunque en algunas cosas pueda resultar familiar en otras es todo un mundo a parte. No comprendo muchas costumbres y sobre todo muchas dinámicas intrafamiliares. Las familias aquí son muy entrometidas en la vida y estas fechas para los jóvenes todavía solteros puede resultar un tanto asfixiante. Hay mucha presión por echarse novia a partir de los 25. Entiendo que ha sido esta una introducción muy intensiva en el mundo chino y supongo que cuando suba a Pekín ya me encontraré en un ambiente más internacional donde los códigos de conducta no me sean tan un misterio. Mañana ya dejamos atrás Wenzhou y partimos nuestro viaje hasta Anhui, a las montañas de Huangshan.



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